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Unas fotografías, unos dibujos ...unas imágenes impresas que le hacen exclamar: "¡Dios! Yo conozco esto. Yo he estado con esa gente". Y en su mente comienzan a surgir inquietantes recuerdos de la infancia, junto a su hermana, en una solitaria finca, cuando la luz bajó. El que esto escribe estuvo la pasada semana por tierras de Galicia, concretamente en Santiago de Compostela, requerido por la radio‑televisión autonómica de aquella región para intervenir en el programa "A noite das badaladas", junto a J.J. Benítez, Luis José Grifol y la persona que motiva este reportaje, Próspera Muñoz. Con ella tuve la oportunidad de dialogar, en lluviosa tarde de este cambiante verano y que, precisamente, no invitaba al paseo por las antiguas callejuelas de la histórica ciudad, sino a charlar en el confortable salón del hotel. Próspera Muñoz, vive, actualmente, en Gerona. De 49 años de edad, casada y con tres hijos, es empleada en un locutorio de Telefónica y ama de casa. Es de apariencia sencilla, modesta, pero de ella emana una gran humanidad, una ternura especial. Dice: "no saber nada". Sin embargo, a lo largo de la conversación, voy recibiendo a confirmación de estar ante una persona que, a niveles intuitivos, o por otra razón, desconocida, posee profundos conocimientos espiritua­les y esotéricos. Sus ojos se concentran en las gotas de lluvia que se deslizan por la amplia cristalera, y comienza a hilvanar sus recuerdos: ‑"Calculo que esto ocurrió en el año 1947, en una casita de campo que teníamos en mi pueblo natal, en Jumilla, Murcia. Tenía ocho años.

Mi hermana y yo hemos hablado mucho de todo esto y, entre ambas, recordamos perfectamente lo que allí pasó." Dos niñas de ocho y once años. Hoy adultas, y que, a pesar del paso del tiempo, no pueden olvidar lo que aconteció un dia de mayo. ‑"Yo estaba asomada a la ventana, esperando que llegara mi padre. Era de día, por la mañana. Lo que llegó fue lo que yo califiqué de un "coche muy raro", que flotaba en el aire, muy plateado y que se aproximó, hasta parar, justo a la altura de dicha ventana, descendiendo hasta tocar tierra. Mi hermana y yo salimos fuera y vimos descender a dos hombres de extraña apariencia, porque eran bajitos, no llegaban al metro y medio. Pensábamos que eran "extranjeros" y así se lo dijimos, posteriormente a la familia". Indagamos más sobre la apariencia física de aquellos "extranjeros": ‑"Tenían el cráneo bastante abultado, la tez más blanca que la nuestra, los ojos ‑eso sí‑ muy alargados...". Aquellos seres, con toda naturalidad, pidieron a las niñas un vaso de agua. Juntos entraron en la desierta casa, y allí entablaron una insólita conversación con Próspera. ‑"En ese momento yo sentí que no era una niña. Hablaba con ellos de tú a tú: Sabía quiénes eran, qué querían de mí, por qué venían. Me explicaron cómo sería toda mi vida y lo que tendría que hacer, pero que lo olvidaría hasta pasados treinta años. Y así fue". Aquellos pequeños tripulantes se marcharon rápidamente. Su nave se alejó en el cielo dejando una gran luz. ‑"Una luz que atravesó las paredes de la habitación. Creo que nosotras nos desmayamos, pues solo recuerdo a mi tío que llegó muy asustado ‑él trabajaba un poco más lejos de la casa‑ y vio el objeto que volaba y la gran luminosidad que lo inundó todo". Y le explicaron al atemorizado familiar que había llegado un coche con dos extranjeros, pero que no había pasado nada de "particular". Por la tarde, volvieron otra vez. ‑ ‑"Mi padre y mi tío habían ido a ver una finca cercana. Yo estaba fuera y los vi llegar. Bajaron con una especie de linterna en la mano con la que recorrieron todo el exterior de la casa, como midiendo o detectando algo. Me advirtieron que no pasara, ni me acercara, al lugar donde se había estacionado la nave, recomendándonos, a las dos, que nos laváramos con mucha agua. Nos hicieron otras recomendaciones y, de nuevo, se marcharon". Las niñas comentaron al padre: "Esos señores han vuelto y se han marchado por allí". En ese momento, demudado, hizo su aparición el tío: "Los he visto. Eran dos hombres que se han subido a un "coche", muy brillante, que parecía un huevo y se han ido volando". Próspera nos cuenta más detalles, pero alargarían en demasía, este articulo: verduras que se pudrieron, un perro mustio y triste, puertas que no se podían abrir..., en definitiva, incidentes que se repiten, absurdos, sin aparente sentido, aunque todo parecía indicar que era, como preparativos iniciales, para el gran momento. ‑"Días más tarde, aparecieron por la noche. Yo estaba dormida cuando, de pronto, me desperté. Los vi en la ventana y me invitaban a salir fuera. Pensé que a aquellas horas mi familia se iba a enfadar, no dejándome salir, pero nadie se enteró". Ya en el exterior, la niña comprobó que había varios seres. Destacaban dos por su estatura, muy altos, que parecían como robots, llevando, uno de ellos, en brazos al perro de la casa. ‑"Aquello me impresionó ya que me di cuenta que el perro estaba como dormido, aunque ellos me tranquilizaron indicándome que lo habían hecho para que no alborotara. El otro ser alto me aupó llevándome por el campo hasta llegar a una luminosa nave que seria como un chalet de dos pisos y que tenia una cúpula transparente en lo alto. Me depositaron en una especie de plataforma y salieron de la nave más seres, de los bajitos, que me miraban con mucha curiosidad". Intentemos resumir esta larga historia: la níña es conducida al interior del vehículo, a una sala circular donde había varias pantallas de televisíón. ‑"En aquel tiempo yo no sabia qué era aquello. Lo identificaba como "pantallitas de cine" donde controlaban todos los alrededores del campo. Me llevaron ante un aparato, similar a un televisor actual, y allí, asombrada, contemplé imágenes mías y de mi hermana que habían filmado los días anteriores. Lo que más me llamó la atención era que, alrededor de nuestro cuerpo había una especie de niebla. Hoy sé que a eso se denomina "aura". Uno de los tripulantes indica: "Ya están ahí". En una de las pantallas observan cómo del cielo una luz se aproxima. ‑"Subimos por una escalera vertical hasta la cúpula de aquel aparato, que, en' un momento dado, se abrió y desde allí nos trasladamos a una de sus alas. De pronto, de arriba brotó un rayo de luz, como si en el cielo se hubiera encendido una gigantesca linterna, iluminándonos. Me explicaron que aquello era un ascensor, que no tuviera miedo, que iría uno delante de mí y otro detrás. Y así subimos. Recuerdo perfecta­mente cómo a través de aquel tubo de luz podía ver todos los campos, se me alborotaba el pelo y pasaba apuros con la falda de la camisa de dormir". Llegaron arriba, donde les esperaba una enorme y gigantesca nave. En su interior, Próspera recuerda una especie de camilla, aparatos y un foco; todo muy similar a un quirófano. ‑"Allí me quitaron la ropa y empezaron a efectuar una serie de pruebas físicas, aunque yo no sentía ningún dolor. Además, alguno habló de anestesiarme, de dormirme, pero dijeron que no hacia falta, que era muy dócil. Y la verdad, yo estaba muy tranquila, como si los conociera de siempre y sabia lo que querían hacerme". Siete de aquellos seres, con batas blancas, rodeaban a la cría. Al parecer, la investigación fue muy minuciosa: le quitaron un mechón de pelos, pestañas, cejas, trozos de piel... ‑"Me hicieron, también, un examen profundo, vaginal y anal, manifestándome que me iban a implantar unas "laminillas".

Estas se me inyectaron por la nuca y, después, en una pantalla, me indicaban el recorrido en mi cerebro, hasta llegar a un sitio donde se detuvieron. Aquello quedó en el lóbulo derecho del cerebro". Finalizada la experiencia científica, Próspera, por el mismo sistema del rayo luminoso, fue devuelta a su casa, aparentemente con toda clase de cuidados y afecto, sin sufrir ningún tipo de trauma o malestar físico. En diferentes ocasiones ha sido sometida a hipnosis bajo control médico, como, por ejemplo,' con' el especialista Rovatti o Jordán Peña, y ha repetido la misma historia, aumentando solo la misma con aportes de pequeños detalles. ‑"Al recordar esta experiencia se me han roto muchos de los esquemas que tenía de antemano. Al principio lo pasé muy mal, fue como un trauma. No sabia lo que era, lo que significaba, ni siquiera si era verdad. Me planteaba la posibilidad de que mi cerebro, mi inconsciente, hubiera creado estas fantasías. Hasta, que no hablé con mi hermana, sin darle detalles, y que ella me contara sus recuerdos, coincidiendo en todo, no me tranquilicé.

Sin embargo, hasta que no pude contarlo, no había manera de concentrarme en mi trabajo o en casa. Era como una fuerza interior que me condicionaba a decirlo. Cuando así lo hice, las cosas cambiaron y volví a la normalidad. Aunque ya no era la misma. Notas que hay algo más que la vida material, que existe algo al otro lado, tienes más. confianza y conformidad, pero sigues la búsqueda, buscas más información en todas partes, buscas respuestas a muchas preguntas, pero llegas a la convicción de que están dentro de tí". Muchos han creído la historia de Próspera Muñoz, otros la han tachado de esquizofreníca, que aquello fue un ataque sexual, que su marido no le hace caso (todo lo contrario), si estaba menopáusica... Para mi, lo cierto, es que ella, al contar ese incidente, se ha complicado la vida, enfrentándose a muchas situaciones de desprecio, de burla. Elogio su valentía y decisión. Si este caso hubiera ocurrido, por ejemplo, en Estados Unidos, Próspera sería una especie de heroína, dando conferencias, escribiendo libros, con muchos investigadores a su alrededor. En nuestro país, entre los que creen su historia, se encuentra Antonio Ribera, que ha estudiado, a fondo, este caso. Solo puedo añadir: he mirado, directamente, a los ojos de esta buena mujer y. he visto la verdad, y, entrando en su intimidad (te pido perdón, Próspera) rompiendo la barrera de lo físico, he visto su aura, y es blanca, resplandeciente. Por lo menos no dudo de su sinceridad y reconozco su alta vibración espiritual.