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Caso: HOWARD MENGER

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Este famoso contactado de los años 50, llenó muchas cuartillas de papel de los redactores de la época con sus alucinantes historias. Howard Menger terminó retractándose de parte de sus afirmaciones seguramente por las presiones, tanto sociales como directas, de los poderes establecidos en USA en aquel tiempo. Hay que pensar que salir a la luz pública con la historia de aquel contacto para la sociedad plácida y atada a convencionalismos de entonces, fue todo un heroismo.

 Este es un artículo publicado por el escritor David Tansley para ilustrar el tema, ya que no existe bibliografia de este contactado en habla castellana.

El contacto de Menger fue cierto y preciso, y salvo pequeñas lagunas en su contexto, nos presenta un clásico del fenómeno tan conocido por los estudiosos del tema.

Howard Menger fue un contactado que se hizo famoso en los años cincuenta. Su libro From Outer Space (Del Espacio Exterior) recuerda un poco a un cuento de hadas, por su gentileza y fantasía, mostrando claramente que Menger es una persona de naturaleza eminentemente psíquica, característica de muchos de los que tienen esa clase de contactos. Nació en Brooklyn, Nueva York, el 17 de Febrero de 1.922, más adelante afirmó ser de Venus y haber ocupado el cuerpo de un niño que había sufrido una muerte aparente para recuperarse después milagrosamente. Muy joven se fue a vivir al campo, a New Jersey, donde él y su hermano pasaban muchas horas jugando en los bosques. Durante esos años los dos vieron frecuentemente discos volantes.

A los diez años. Menger se sintió un día atraído a su rincón favorito del bosque, donde se encontró con una aparición que nunca habría de olvidar. Dice en su libro:

Allí, sentada en una roca junto a un arroyo, estaba la mujer más exquisita que mis infantiles ojos hubieran jamás contemplado. La cálida luz del sol se prendía en los reflejos de su largo cabello dorado que caía como una cascada en torno a su rostro y sobre sus hombros Las curvas de su cuerpo, delicadamente torneadas, se revelaban a través del material translúcido de su ropa, que me recordó los trajes de los esquiadores. Me quedé parado, y con el aliento entrecortado por un instante. No estaba asustado, pero un asombro abrumador me había dejado como congelado en el sitio.

Menger recuerda que aquella mujer irradiaba una increíble sensación de paz. Describió sus ojos como discos de oro tornasolados. Ella le llamó por su nombre y le dijo que había venido de muy lejos para verle y hablarle, solo años más tarde encontró sentido a unas palabras de ella: Estamos poniéndonos en contacto con los nuestros. Por fin. después de hablar con el durante mucho tiempo de cosas muy por encima del caletre de un niño pequeño, la mujer se despidió, pero no sin prometer volver. Todo esto fue demasiado para Menger, que salió del bosque a la carrera y sollozando.

En 1.942. cuando estaba en el ejercito, la gente del espacio intentó de nuevo comunicar con él, y Menger encontró a un hombre en Juárez. Cuando iba por la calle se le acercó un taxi. Un hombre que iba en el asiento de atrás, y que tenía el cutis bronceado y cabellos rubios que le llegaban a los hombros, le pidió que se fuese con él. Menger se negó y solo más adelante recordó que la chica le había dicho: Siempre estarán a tu alrededor ..,vigilándote.., guiándote. Entonces empezó a producirse una serie de encuentros en los que se le avisó de acontecimientos futuros de su vida. Todas las predicciones resultaron ciertas, y parecía claro que recibía una orientación misteriosa. En la primera semana de Abril de 1.945 desembarcó en Okinawa, tal como le habían dicho, y sobrevivió al combate, pero sufrió daños en los ojos durante la batalla. Durante su estancia en el hospital de la base se dio cuenta que una de las enfermeras parecía una persona del espacio.

Después de su recuperación, Menger fue despertado una noche por una voz que le llamaba insistentemente por su nombre, y se dio cuenta al momento de que estaba recibiendo la llamada por telepatía. Vistiéndose, pidió prestado un jeep y se dirigió a un sitio donde se había encontrado anteriormente con gente del espacio. Allí le esperaba un hombre vestido de caqui. Se pusieron a hablar, y el hombre dijo que no existía la muerte, que sólo se abandonaba la envoltura ñsica, pero que la vida interior continuaba. Menger quedó sorprendido al ver que el hombre del espacio sabía que recientemente había matado a tres japoneses en un combate cuerpo a cuerpo, hecho que había perturbado su sensible naturaleza. También le dijo que la guerra terminaría pronto, y que en Navidad estaría ya de vuelta.en América, como así fue. Aquel hombre dijo proceder de Venus, y cuando Menger le preguntó cómo había llegado hasta la Tierra le respondió:

En una nave. Una nave que no se parece a nada que hayas podido ni soñar. Será dificil; y probablemente imposible, que llegues a comprender su fuerza motriz. Es una fuerza electromagnética, no muy diferente de la que mantiene en sus órbitas, a los planetas, soles e incluso galaxias enteras. Esta fuerza es una ley natural, que nos ha sido dada por nuestro Infinito Creador para que la usemos con buenos fines.

En este párrafo sobre la energía que usan las naves espaciales venusianas suena una nota familiar que se parece mucho a las fuerzas pránicas mencionadas una y otra vez en las doctrinas mistéricas, o a la orgona de Reich. Todos hablan de ella como de la fuerza que mantiene a los planetas en sus órbitas.

De vuelta; a la vida civil. Menger se establece como pintor de rótulos y empieza a trabajar en una creciente cantidad de encargos. En Junio de 1.946 recibió un fuerte impulso de volver al rincón del bosque donde había encontrado por primera vez a la mujer de la roca. El sitio era más o menos el mismo que antes, pero había perdido el encanto que tenía a los ojos del niño. Cuando pensaba en aquella diferencia, sintió un repentino y tremendo chispazo de luz y una sensación de calor en la nuca. Al volverse, vio una enorme bola de fuego que se dirigía a gran velocidad hacia él:

Parecía un inmenso sol que giraba, brillaba, parpadeaba y cambiaba de colores. Voló sobre el campo, mientras yo lo observaba, como traspuesto.

Los palpitantes cambios de color disminuyeron, y la bola de fuego se convirtió en un vehículo de aspecto metálico, rodeado de ventanillas.

Descendió lentamente al suelo. Cuando estaba casi en tierra, pude distinguir claramente su forma. Parecía tener forma de campana, y el sol se reflejaba en él como en un espejo. Me di cuenta de que aquello no era una máquina hecha por nadie de este mundo.

La descripción de Menger es muy parecida a la de Adamsld. Pronto se encontrará frente a unos personajes también de aspecto similar vestidos con unos uniformes de un gris azulado parecidos a trajes de esquiar. Tenían largos cabellos rubios, hombros anchos y notable belleza física. La nave aterrizó por fin, y de ella salió una hermosa mujer, vestida con un traje parecido, que llevaba flojo sobre su armonioso cuerpo. Su tejido era semitranslúcido y parecía luminoso, con suaves tonalidades pastel. Menger se dio cuenta de pronto que era la misma mujer que viera de niño, y que no había cambiado nada. Cuando comenta esto, ella se hecha a reír y le dice que tiene quinientos años de edad, añadiendo:

Cuando vivimos respetando las leyes de nuestro Creador, somos bendecidos con el don de la longevidad. Pero no es este el más importante; es sólo un subproducto de nuestras bienaventuranzas.

Menger se entera entonces de que tiene que cumplir una misión en la Tierra, extendiendo la nueva de la fraternidad y el amor de la gente del espacio, pero le dicen que no haga nada hasta fines del verano de 1.957, en que podrá dar a conocer su historia por diversos medios de comunicación. A partir de entonces, le dicen que su vida no va a ser fácil, y que tendrá que sufrir muchas críticas.

Desde ese momento sus experiencias se van ajustando al patrón clásico de los contactos. La gente del espacio lo visita a todas horas del día y de la noche, unas veces físicamente y otra comunicándose por vía telepática. La necesidad imperiosa de ir a determinado sitio siempre termina en uno de estos encuentros, bien con personajes o con una nave espacial. Menger viaja a la Luna mucho antes que nuestros cosmonautas y fotografia algunas bases de allí. Sus descripciones y fotografias de los vehículos espaciales venusianos son idénticas a las de Adamski. En otra ocasión, un poder extraño se hace cargo de su coche y lo conduce, como les sucedió al matrimonio rhodesiano. Termina el viaje en una cabina, donde se encuentra a tres hombres del espacio, uno de ellos un Liberance saturnino que transmite a Menger su habilidad para tocar el piano. A partir de aquel día sabe tocar el instrumento y hace grabaciones de musica del espacio con destino al público. Entonces aparece su media naranja venusiana y Menger, como muchos otros contactados, se divorcia de su mujer para casarse con su amor del espacio. Sobre esto escribe:

En Venus, nuestro amor fue intenso y avasallador; pero estaba escrito que no podríamos permanecer juntos, ya que yo sabía que tenía que regresar a la Tierra y llevar a buen término una misión que estaba proyectada a partir de la fecha de mi nacimiento en aquel planeta.

Recuerdo claramente el día en que la dejé. Los dos tratábamos de hacernos los valientes. María bromeaba y trataba de reir musicalmente; pero apenas podía contener las lagrimas que se mezclaban con su risa.

Cuando me volví a mirarla por última vez, le hice una promesa: algún día, en algún lugar, la volvería a encontrar. En el momento en que llegue a los umbrales de la Tierra, un niño de un año llamado Howard Menger acaba de morir. Su cuerpo fue llevado a toda prisa a una iglesia luterana a que lo bautizasen y rezasen sobre él las oraciones de rigor. Yo, Sol do Naro, observé, y entre en comunicación con el alma que salía del pequeño cadáver. Por mútuo acuerdo, y por mi propia y libre voluntad, entré en su cuerpo. Mientras sus parientes rezaban, el pequeño resucitó milagrosamente.

En el libro de Menger se pone de manifiesto muy claramente su naturaleza extraordinariamente psíquica y su natural capacidad para moverse de uno a otro plano de la consciencia, a veces de una forma totalmente expontánea. Una noche, muy tarde, está pintando un rótulo para una piscina en letras de unas doce pulgadas de alto. A medio camino de la letra G, empieza a pensar en uno de los puntos donde tiene sus encuentros, un lugar conocido como el Campo N°1 a unas nueve millas de distancia. De pronto, la luz fluorescente que tenía sobre el caballete empezó a amortiguarse, y unas partes de la habitación a desvanecerse, y se encontró verdade­ramente en medio del campo, a unas nueve millas de su estudio. Para él el tiempo pareció haber quedado en suspenso. Tardó un rato en orientarse y darse cuenta de que se había trasladado a aquella distancia simplemente por pensar en el sitio al que quería ir. ¿Manes de Juan Salvador Gaviota, tenéis que empezar sabiendo que ya habéis llegado!. Es posible que Menger estuviera en ese estado de desdoblamiento mental para que se produjera la traslación.

Los jueves por la tarde, Menger solía asistir a unas reuniones donde hablaba de sus experiencias y se comentaban asuntos de tipo espiritual. La esperanza de este grupo experimental era poder algún día difundirlas enseñanzas de la fraternidad del espacio, que estaban fuertemente imbuidas de cristianismo. Durante una de estas reuniones de la primavera de 1.957, en una pausa que se hizo para tomar café, Menger se relajó y se desligó mentalmente del grupo, empezando a pensar en su vieja furgoneta verde claro de 1.950, que días antes había cambiado por un nuevo modelo de 1.957. En su visión mental la condujo por una imaginaria carretera, recordando algunos buenos momentos que había pasado y asociándolos con la furgoneta. Después salió de sus pensamientos, y sin preocuparse más del tema, volvió al coloquio con su grupo.

Al día siguiente recibió una llamada telefónica de la comisaría diciéndole que tenía allí una citación y que pasase a recogerla. Al parecer, el sargento Cramer, estando de servicio, vio la vieja furgoneta de Menger que corría por la carretera y se saltaba un semáforo en rojo a las 11,40 de la noche, cuando la reunión de la víspera. El sargento anotó la matricula WR E79 y salió en su persecución, pero el coche desapareció después de haber pasado el semáforo. El juez que vio el caso estaba hecho un lío: por un lado, quedaba claro que el policía no mentía; pero por otro lado, quedaba igual de claro que Menger no podía conducir el coche, que estaba reparándose en Filadelfia mientras él hablaba a un grupo de cuarenta personas que aseguraron una coartada a prueba de bomba. Menger fue absuelto. y el juez dijo que aquel era el caso más extraño con que se había encontrado en todos sus años de ejercicio.

Los fenómenos psíquicos pueden proyectarse, evidentemente de una forma muy física. Menger, a juzgar por su aventura, debía tener una capacidad muy fuerte para este tipo de proyección. Esto hace surgir la cuestión de si toda la gente y naves espaciales con los que tiene tanto trato no saldrán también de algunos recónditos lugares de su spique para constituir una experiencia aleccionadora, en las que sus aventuras se unan para formar un conjunto que traiga a mucha gente, que de otra forma no se sentirían inclinados a acercarse a doctrinas y obras religiosas tan clásicas como la Biblia. Sila Biblia, para ellos, es un conjunto de historias viejas y un rollo, la gente del espacio de Menger, que trae esencialmente el mismo mensaje, está más cerca de ellos, y así ciertas doctrinas básicas continúan filtrándose en el conocimiento de la humanidad, como preparación a la crisis que va a llegar. La narración que hace Menger de sus experiencias es un documento extrañísimo y muy susceptible; pero en justicia, hay que decir que transmite el mensaje que ha recibido con una serena pureza de motivaciones que desarmara al lector más sensible, su mensaje y su misión son tan viejos como el tiempo, pero su envoltura es atractiva y actual, y en ella esta el secreto de la aceptación que tienen.

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