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Criterios de evaluación para un avistamiento OVNI

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Por Oscar Sierra Quintero©

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Uno de los argumentos más cajoneros o de “lugar común” que esgrimen los escépticos de viejo cuño, cuando los medios informativos y el público informan sobre algún nuevo avistamiento Ovni, es afirmar sin más ni más (y como si se tratara de una verdad sacrosanta e incontrovertible) que los mismos son “globos sonda” comunes y silvestres o simple “caída de chatarra espacial” y san se acabó.

 Para el público lego en materia astronómica, astronáutica y meteorológica (que para ser precisos, integra un gran sector de la población) una afirmación tal puede resultar “convincente” y hasta “científica”, especialmente si es emitida por algún físico o astrónomo de esos que están acostumbrados al deslumbre de las cámaras y, por lo  mismo, se han autoerigido como supremos gurús de la sapiencia celestial criolla, a los que los medios televisivos consultan hasta para saber en dónde caerá el próximo meteorito.

Pero como decían nuestros abuelos, del dicho al hecho hay mucho trecho. En consecuencia y por más títulos académicos con los que estos señores se pavoneen y traten de impresionar al gran público, los mismos no les otorgan ningún salvoconducto para imponerse como oráculos poseedores de la suprema verdad y zanjar de esta forma, tan pobre como arrogante, cada caso Ovni reportado por los testigos oculares --incluidos respetables profesionales del aire como pilotos de aerolíneas y controladores aéreos-- si antes no han llevado a cabo ese mínimo análisis científico que, por falta de honestidad intelectual, nunca realizan, como lo es el de estudiar concienzudamente los videos o fotografías de cada avistamiento, sitios de supuestos aterrizajes o, en caso de que solo haya un reporte de muchos testigos sin que medien pruebas de otro tipo, cabe ofrecer una explicación seria y congruente con cada detalle de lo visto y reportado, y no limitarse a solo hablar por hablar, como decía el caballo parlante de la vieja serie de la televisión, llegando a externar criterios que rompen con la lógica, el sentido común y los mismos conocimientos científicos, repitiendo una afirmación ciega y unidireccional que ya suena a disco rayado, solo que por no tener la valentía de enfrentar el fenómeno desde otra perspectiva más abierta y audaz.

Además de ridícula y bufonesca, la cerrada actitud de estos señores resulta ser a fin de cuentas, una verdadera falta de respeto para la inteligencia del menos despavilado.

Ahora bien, llegados a este punto del controvertido tema de los “no identificados”, surge la inevitable pregunta: ¿Con qué criterios se puede evaluar entonces, un supuesto avistamiento Ovni, para estar seguros de que no se trata de globos sondas o caída de chatarra especial (o meteoritos) y de que efectivamente si se trata de algo más enigmático y inexplicable? Para partir de una buena base que nos lleve a este claro discernimiento, tenemos que empezar por apelar, además de lo que nos dicta la lógica y el sentido común, a los postulados más elementales que explican el fundamento de las leyes de la física; mismos que rigen la gravitación y el movimiento de los cuerpos.

Así, si en determinado momento vemos caer del cielo un cuerpo luminoso que, sin cambiar de ruta en ningún momento, sigue una trayectoria más o menos rectilínea y pocos segundos después se apaga o desintegra antes de alcanzar la línea del horizonte, podemos estar seguros de que lo que vimos no fue mas que uno de los tantos meteoros –o trozos de chatarra espacial— que día a día caen por centenares sobre la superficie de nuestro planeta, atraídos por su fuerza de gravitación y encendidos y desintegrados por el roce con las más densas capas de su atmósfera. Igualmente, si durante el día (y aún por la noche) vemos un cuerpo circular, blanquecino y flotante que se desplaza lentamente por los cielos sin emitir ruido, en trayectoria ascendente y siguiendo la dirección del viento, y no cambia el sentido de la misma ni aumenta la velocidad sustancialmente, podemos dar por sentado de que se trata de un globo sonda. Y si aún nos quedan dudas, podemos consultar al servicio meteorológico para que nos confirme el lanzamiento del tal globo de estudio atmosférico. Finalmente, si a gran altura vemos un pequeño punto luminoso –de luz fija o intermitente- que recorre la totalidad de la bóveda celeste de extremo a extremo, llevando una velocidad constante, en dirección este-oeste, norte sur o viceversa en ambos casos, entonces lo más seguro es que se trate de un satélite artificial, de los muchos miles de todo tipo y función (militares, de comunicación, meteorológicos etc.) que orbitan la Tierra a diferentes alturas, siguiendo órbitas polares, semi polares y ecuatoriales.

Pero si de pronto vemos aparecer en el cielo un punto luminoso moviéndose a gran velocidad que, en un momento dado, se detiene bruscamente, cambia de ruta y sube, baja o hace movimientos caprichosos, entonces es obvio que aquí estamos ante un autentico OVNI y nunca jamás ante ningún globo sonda, satélite artificial, meteorito, o trozo de chatarra espacial por cuanto estos últimos objetos siguen rutas fijas, unidireccionales y definidas, bien arrastrados por el viento (en el caso de los globos sonda) o bien movidos por las leyes de la gravitación –en órbita o en caída libre— como es el caso de los meteoros o los satélites artificiales. Es conveniente aclarar que los modernos satélites artificiales poseen cohetes y motores que permiten cambiar la dirección de su órbita en determinado momento, pero estos cambios de ruta, en razón de la altura en que se mueven y por la naturaleza de estos mismos ingenios, se perciben de una forma bastante suave y lenta, mas o menos similar a la forma en que vemos a un avión volando a gran altura que lenta y “perezosamente” cambia de ruta poco después de despegar o al encontrarse próximo a aterrizar.

En los clásicos casos Ovni reportados a través de los años alrededor del mundo –y aún en el espacio exterior—  estos misteriosos objetos celestes cambian de ruta en forma podría decirse que “violenta”, haciéndolo en ángulo recto o agudo, o de un momento a otro aumentar vertiginosamente la velocidad a extremos de pesadilla (de hasta 20.000 kilómetros por hora), sin que aparentemente los afecte el roce con la atmósfera ni las leyes de la inercia al acelerar de esa forma tan repentina, cosa que de hacerlo cualquier artefacto fabricado por el hombre o aún un meteorito, simplemente explotaría en miles de fragmentos.

Al explicar estas típicas peculiaridades de los “no identificados” cabe hacer aquí otra aclaración. Existen estrellas y luceros de gran luminosidad (como Sirio o el planeta Venus) que, al encontrarse cerca del horizonte, en determinadas circunstancias parecen comportarse como un típico Ovni toda vez que, el efecto óptico producido por la reverberación de la atmósfera vista desde esa perspectiva, ofrece la impresión de que el cuerpo luminoso diera saltitos y cambiara sus destellos en diferentes colores (mismo fenómeno de refracción que explica la formación del arco iris cuando cae llovizna de cara al sol). Si fuera este el caso de un testigo, para salir de dudas (y si no se conoce la posición fija de las estrellas en cada constelación a la que pertenecen) debe esperar a que transcurra un determinado espacio de tiempo. Si el cuerpo luminoso danzante se oculta bajo el horizonte al cabo de unos minutos, entonces sin duda se trataba de uno de los cuerpos celestes citados. Pero si el objeto se eleva bruscamente y se pierde en el cielo a gran velocidad (o aún lentamente) en la dirección que sea, entonces obviamente no se trata de una estrella ni de un planeta porque, para que algo así ocurriera, nuestro mundo tendría que estar revirtiendo repentinamente el giro sobre su propio eje que viene realizando desde hace miles de millones de años… algo entonces, tan absurdo como imposible. Y tampoco podría tratarse de un avión o helicóptero por la misma razón ya citada: las leyes de la física, tal y como la conocemos, no permiten realizar a los aparatos hechos por el hombre las bruscas aceleraciones que se le ha visto hacer a los ovnis.

Por otra parte, la presencia cercana de los Ovnis altera el comportamiento de los animales, apaga los motores de los coches, interrumpe el flujo eléctrico, detiene los relojes, altera las brújulas y calcina el terreno donde se les ha visto posarse, algo que obviamente tampoco hacen los meteoros, globos sonda, satélites artificiales, aviones, helicópteros ni la chatarra espacial.

Solo conociendo estos detalles básicos sobre las leyes de la física que determinan el “comportamiento” de un meteorito o trozo de chatarra espacial descendiendo en caída libre, de un satélite artificial en órbita, de un globo sonda impulsado por el viento y aún de un avión a reacción, podemos discernir entonces, el verdadero perfil  del fenómeno celeste que acabamos de ver o registrar con la cámara, de tal forma que los escépticos cientifistoides no nos sigan metiendo gato por liebre ni mucho menos confundiendo con sus peroratas fanáticas e infundamentadas y podamos asomarnos, con mente abierta, analítica y cuestionadora, a los misterios de un universo que la ciencia moderna aún no ha terminado de develar en su totalidad  por encontrarse en una etapa de su evolución que aún no le permite hacerlo, debido a las limitaciones impuestas por el grado de avance tecnológico y cognoscitivo  de la época que vivimos.

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