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Desaparecida en el Volcán Arenal

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El volcán Arenal, situado 150 kms. al norte de la capital San José, en el Distrito de La Fortuna,  Cantón de San Carlos, Provincia de Alajuela, en la región central norte de Costa Rica, es un cono activo que se eleva a 1.670 mts. sobre el nivel del mar. 

Es una de las atracciones turísticas más visitadas del país, debido a sus constantes emanaciones de gas y vapor de agua, acompañadas de pequeñas explosiones y fuertes retumbos.  La emisión de lava es un espectáculo nocturno de gran belleza que tiñe la noche de rojo.

Este es uno de los denominados “sitios  calientes” de la actividad ufológica, por la gran cantidad de avistamientos de OVNI’s en los alrededores de su cráter, que han quedado registradas en fotografías y videos de turistas y nacionales.

Fue aquí también donde se tomó la primera y única fotografía oficial de un OVNI a nivel mundial, cuando en 1971, un avión del Instituto Geográfico Nacional registró un extraño objeto plateado, de forma redondeada, saliendo del lago Cote, situado contiguo al Arenal.

En septiembre de 2004, un grupo de personas, la mayoría estadounidenses, realizamos una gira al Volcán Arenal. Entre los viajeros estaban: Betty Meyler, Presidenta de la Sociedad Ufológica de Irlanda; Karen Butler, estadounidense; Ficklin Bryant, estadounidense; Bonnie Casper, estadounidense; Anthony (Tony) Sgarlatti, estadounidense; Abdul K. Bashir, estadounidense; Julio Bustos, chileno y yo, Gilda Aburto, costarricense.  El grupo también lo integraban dos norteamericanos que dicen ser contactados por extraterrestres: Mark Kimmel, y William Gammill, además del chofer del microbús, de nombre Miguel Cubero.

William Gammill había venido a Costa Rica, con la supuesta misión encomendada por seres extraterrestres, de  colocar cristales  en tres lugares específicos del país, y hacer una meditación especial para abrir aquí portales de energía. Uno de esos lugares era el Volcán Arenal, el otro era el Cerro Pico Blanco, en Escazú, y el tercero no lo supe o no lo recuerdo.

Nos hospedamos en el Hotel Eco Lodge, que colinda con el Lago Cote. Por la noche nos reunimos al frente del lago para hacer una vigilia y meditación. No sucedió nada fuera de lo normal.

Al día siguiente, luego de desayunar en el hotel nos dirigimos al Parque Nacional Volcán Arenal, en un microbús.   Llegamos hasta el mirador y luego hicimos un círculo, todos tomados de las manos, e hicimos una meditación de varios minutos, guiada por uno de los contactados.

Después de eso, iniciamos una caminata hacia los pies del volcán.  Algunos decidieron quedarse en el mirador, entre ellos Karen Butler,  Betty Meyler y Julio Bustos, quien tenía unos binoculares con los cuales seguía los movimientos del grupo.  Para llegar al pie del volcán, hay que atravesar un pequeño bosquecillo de plantas arbustivas, de más o menos dos metros de altura. Luego todo es pura arena volcánica sin vegetación ni piedras grandes.

El grupo avanzaba en una charla animada. Cuando llegamos hasta el borde del volcán, yo me puse de frente al volcán, de espaldas al grupo, abrí un poco los brazos, cerré los ojos, y dije más o menos, en voz baja: “Muchas gracias por la  oportunidad de estar aquí. Eres un volcán hermoso, te admiro mucho, estoy muy contenta de estar aquí”, tratando de sentir la energía del volcán.  Para mí fue algo de unos segundos, nada más.

Entonces me di vuelta, ¡Y estaba sola! El resto del grupo ya no estaba. A lo lejos podía escuchar sus voces. Entonces empecé a correr, llamándolos a gritos, pidiéndoles que me esperaran.  Ellos caminaban de regreso al mirador, a una distancia de al menos unos 50 metros de donde yo estaba. Cuando me escucharon se sorprendieron al verme y me preguntaron que adónde me había ido, y qué me había hecho.  Me contaron que me buscaron, me llamaron y no sabían dónde estaba. Yo no podía entender qué había pasado. Les expliqué que no me había movido de ahí, que estaba a la par de ellos. Insistieron en que no me habían visto, me llamaron y como no hubo respuesta ni me veían por ninguna parte, entonces pensaron que me había regresado.

Quiero aclarar que en el lugar que estábamos no había ninguna vegetación, ni rocas grandes, detrás de las que pudiera haberme escondido o que me pudieran haber tapado de alguna manera. No era posible que no me vieran donde estaba.  Yo no vi, ni escuché ni sentí nada fuera de lo normal.

Cuando llegamos de regreso al mirador, donde nos esperaba el resto de compañeros, Julio Bustos me preguntó qué me había hecho, porque de repente ya no me pudo ubicar con los binoculares dentro del grupo. Le dije que nunca me alejé del grupo, que siempre estuve ahí con ellos, y les contamos lo que había pasado con mi “desaparición”.

Betty Meyler, ya fallecida, me comentó también que me perdió de vista en el grupo cuando estábamos al pie del volcán y no me podía ubicar.  Ella llevaba siempre con ella un péndulo de cristal, al que le hacía consultas de vez en cuando. Extrañada con la narración que les estábamos haciendo de mi desaparición, sacó el péndulo y le consultó si yo había sido abducida y éste le contestó que sí.  Ella hacía una pregunta cuya respuesta podía ser si, o no. Si era si, el péndulo giraba en la dirección de las manecillas del reloj; si era no, el péndulo giraba en la dirección contraria a las manecillas del reloj.

Por el tiempo en que “me buscaron y me llamaron”, sin poder localizarme, y que cuando me di vuelta ya ellos se habían alejado al menos unos 50 mts. de donde yo estaba, calculamos que pude haber estado “perdida”, alrededor de 15 minutos, que en la ufología se conoce como “tiempo perdido”.  Para mí fueron solo unos segundos, mientras cerré los ojos y me concentré en el volcán. No sentí nada anormal, ni extraño. Aún ahora, 9 años después, esta experiencia sigue sin una explicación certera sobre lo que realmente sucedió aquel día   en el Volcán Arenal.

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