El mito del 10%
El argumento que dice que los poderes parapsíquicos provienen de la vasta parte del cerebro no utilizada se basa en la falacia lógica del argumento por ignorancia. En esta falacia, la falta de pruebas para sostener una posición (o simplemente la falta de información) se usa para tratar de apoyar una suposición determinada.
Aunque fuera cierto que la mayor parte del cerebro humano no se usa (lo cual no es cierto), eso de ninguna manera implica que haya alguna capacidad extra que pueda darle a la gente poderes parapsíquicos. Esta falacia surge constantemente en las afirmaciones paranormales, y prevalece especialmente entre los partidarios de los OVNI. Por ejemplo: dos personas ven una extraña luz en el cielo. El primero, un creyente en los OVNI, dice, “¡Mira allí! ¿Puedes explicarme eso?” El escéptico contesta que no, que no puede. El creyente en los OVNI se regocija. “¡Ja! ¡No sabes lo que es, por lo tanto debe tratarse de extraterrestres!” dice, argumentando desde la ignorancia.
Lo que sigue son dos de las razones por las cuales el mito del diez por ciento resulta sospechoso. (Para un análisis más extenso y detallado del tema, véase el capítulo de Barry Beyerstein en el nuevo libro Mind Myths: Exploring Everyday Mysteries of the Mind, 1999 [Mitos de la mente: explorando los misterios cotidianos de la mente]).
1) Las técnicas de investigación por imágenes tales como los PET (Tomografía por emisión de positrones) y la fMRI (resonancia magnética funcional por imágenes) muestran claramente que la mayor parte del cerebro no permanece inactiva. En verdad, aunque ciertas funciones menores pueden utilizar sólo una pequeña parte del cerebro en un momento determinado, cualquier conjunto de actividades o patrones de pensamiento complejos usarán muchas partes del mismo. Así como una persona no utiliza todos los músculos a la vez, tampoco utilizan todo el cerebro a la vez. Para ciertas actividades, tales como comer, mirar televisión, o leer The Skeptical Inquirer, usted puede usar unas pocas partes específicas del cerebro. Sin embargo, en el transcurso del día se utilizarán casi todas las partes del cerebro.
2) El mito presupone una localización extrema de las funciones cerebrales. Si las partes “usadas” o “necesarias” estuvieran dispersas por todo el órgano, esto implicaría que de hecho se necesita gran parte del cerebro. Pero el mito implica que la parte “utilizada” del cerebro es un área discreta, limitada, y la parte “no utilizada” es como un apéndice o amígdala, que ocupa espacio pero es esencialmente innecesaria. Pero si todas esas partes del cerebro no se usan, el hecho de remover o dañar las partes “no usadas” no conllevaría grandes efectos o ni siquiera se notaría. Sin embargo las personas que han sufrido traumas cerebrales, un infarto, u otro daño cerebral, frecuentemente se encuentran severamente impedidos. ¿Ha escuchado Ud. a algún médico decir, “afortunadamente cuando la bala penetró en el cráneo, solamente dañó el 90 por ciento del cerebro, que no usaba”? Por supuesto que no.
Variantes del mito del diez por ciento
El mito no es simplemente algo estático o un malentendido. Tiene diversas formas, y su adaptabilidad le da una vida más prolongada que la que tiene un spam laqueado. En su versión básica el mito afirma que años atrás un científico descubrió que nosotros utilizamos verdaderamente sólo el 10 por ciento del cerebro. Otra variante se refiere a que sólo el 10 por ciento del cerebro ha sido mapeado, y que esto se malinterpretó mapeado por usado. Antes, Craig Karges había presentado una tercera variante. Ésta dice que, de alguna manera, el cerebro se encuentra ingeniosamente dividido en dos partes: la mente consciente que se usa del 10 al 20 por ciento del tiempo (presumiblemente a plena capacidad); y la mente subconsciente, en donde el restante 80 ó 90 por ciento del cerebro permanece inutilizado. Esta descripción revela un profundo malentendido de la investigación de las funciones cerebrales.
La larga vida del mito se debe en parte a que si una variante resulta incorrecta, la persona que cree en ella puede simplemente cambiar la razón de su creencia y apoyarse en otra base, mientras la creencia misma permanece intacta. Así, por ejemplo, si a un individuo se le muestra un examen PET en donde se observa actividad en todo el cerebro, todavía puede seguir argumentando que lo del 90 por ciento se refiere a la mente subconsciente, y por lo tanto la figura del mito queda a salvo.
Independientemente de la variante, el mito se repite y se expande, sea por gente bien intencionada o por aquellos que mienten deliberadamente. La creencia que permanece es, entonces, lo que Robert J. Samuelson denominó un “psico-hecho (psycho-fact), una creencia que, a pesar de no estar sólidamente basada en los hechos, se toma como real porque su constante repetición cambia la manera en que experimentamos lo que vivimos”. El lego va a repetirlo una y otra vez hasta que, tal como sucede con la advertencia de no tirarse al agua después de comer, termine por convertirse en una creencia ampliamente difundida. (“Triumph of the Psycho-Fact”, Newsweek, May 9, 1994.)
Los orígenes del mito no son del todo claros. Beyerstein, del Laboratorio de comportamiento cerebral de la Universidad Simon Fraser en British Columbia, lo ha rastreado hasta principios del siglo veinte. En una reciente columna de la revista New Scientist también se sugirieron otras fuentes, incluyendo a Albert Einstein y Dale Carnegie (Brain Drain 1999). Probablemente tenga un sinnúmero de fuentes, principalmente la malinterpretación o malentendido de los hallazgos científicos legítimos así como los gurúes de autoayuda.
El más poderoso atractivo del mito es probablemente la idea de que podemos desarrollar poderes parapsíquicos o al menos lograr ventajas competitivas tales como mejorar la memoria y la concentración. Todo esto se encuentra a nuestra disposición, como dicen los avisos, si aprovechamos el más poderoso de nuestros órganos, el cerebro.
Ya es tiempo de desechar este mito, aunque si ha sobrevivido casi un siglo, seguramente continuará vivo en el próximo milenio. Quizá la mejor manera de combatirlo sea contestar a nuestro interlocutor, cuando lo mencione, “Ah, ¿y qué parte no usas?”
Akrit Jaswal, nacido el 23 de Abril de 1993 en la India, tiene un cociente intelectual de 143, el más alto del mundo en su tramo de edad, y a los 7 años llevó a cabo una operación a un niño de 8 años cuyos dedos habían quedado unidos tras ser quemados.
Los expertos llegaron a la conclusión de que el niño tenía el coeficiente intelectual más alto del mundo en relación a su edad , se le considera en su lugar natal como una reencarnación.
Akrit Jaswal ha trabajado en los últimos años en la búsqueda de una cura para el cáncer en un lugar donde los recursos son limitados, y el programa le sigue en su día a día para descubrir si verdaderamente tiene una capacidad mental tan alta o si sus teorías son meramente fantasías.
Fuente: Varios Taringa
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